Exposición: Vasco de la Zarza, 500 años
Fernando Rodríguez-Piñero
Fernando es comisario de la exposición de 500 aniversario de Vasco de la Zarza que se inauguró el pasado jueves 3 de julio en la catedral de Ávila. Estará abierta hasta el 30 de septiembre.
Vasco de la Zarza, Sepulcro de Alonso Fernández de Madrigal “El Tostado”. 1518. Catedral del Salvador, Ávila.
Vasco de la Zarza murió en Ávila en septiembre de 1524. Escultor, entallador y maestro de oficiales, ya solo el monumento fúnebre del Tostado lo convierte en un artista fundamental del Renacimiento castellano. No obstante, su catálogo se compone de otro conjunto de obras en las que desarrolló las novedades estilísticas y compositivas que comenzaban a llegar desde Italia a finales del siglo XV. En ellas se leen capítulos extraídos de las composiciones de Donatello, Rafael, Sansovino o Pallaiolo, lo que hace posible un viaje a Italia décadas antes de que las águilas de nuestro Renacimiento -Alonso Berruguete, Diego de Siloé, Pedro Machuca y Bartolomé Ordóñez- recabaran en Roma, Florencia y Nápoles.
Formado inicialmente en el taller de Juan Guas, asumió los principales encargos del Cabildo de la Catedral de Ávila, donde planteó una importante renovación que incluyó un nuevo retablo mayor y un conjunto de creaciones repartidas por el templo. Pero su obra alcanza también encargos en la Catedral de Toledo o en Cuéllar (Segovia), donde participó en el diseño del túmulo funerario de Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y hombre de confianza de Enrique IV y de los Reyes Católicos. Parte de esa obra se conserva hoy en día en la Hispanic Society de Nueva York.
Tras su muerte, sus discípulos heredaron los encargos que Zarza no había resuelto, entre ellos el retablo de la Mejorada de Olmedo que diseñó junto a Alonso Berruguete y que actualmente conserva el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Juan Rodríguez o Lucas Giraldo aplicaron los modelos aprendidos en el taller de su maestro en todos los encargos que continuaron surgiendo durante esos años. Culminaron gran parte de los trabajos en la Catedral, a los que unieron obras en diferentes iglesias y conventos de Ávila o el imponente retablo de la iglesia jerónima del Parral (Segovia), panteón de los marqueses de Villena. Juan Rodríguez, que había desposado a una hija de Zarza, recibió en su taller a un joven escultor, Pedro de Salamanca, que prosiguió con la habitual endogamia artística y casó con la hija de su nuevo maestro. De esta manera se aseguraba una buena posición en la recién inaugurada Escuela Abulense de escultura, adonde comenzaron a llegar las nuevas propuestas manieristas importadas por todos aquellos jóvenes oficiales que se habían formado con Berruguete o Siloé.
Además de Pedro de Salamanca, el principal oficial de la Escuela, trabajaron en Ávila importantes entalladores y escultores, como Cornieles de Holanda o Isidro de Villoldo, que introdujeron una nueva forma de entender el arte, quizás más personal y subjetiva, a la manera exaltada de Berruguete, de quien no dejarán de tomar modelos y propuestas. La figura del taller que había pervivido desde la muerte de Zarza desapareció, lo que conllevó una dispersión de los encargos, que contribuyó también a un crecimiento considerable en el número de obras realizadas en el segundo tercio del siglo XVI abulense. De esta manera, se renovaron prácticamente todos los retablos de las principales iglesias de la provincia: Cardeñosa, San Juan de la Encinilla, Riocabado o El Barco de Ávila; compuestos todos ellos de esculturas y pinturas y estructurados por medio de columnas abalaustradas y frisos decorados a base de grutescos y demás ornamentación renacentista. La importancia de esta época se refleja en el hecho de que, a partir de 1550, los escultores abulenses recibirán encargos en la ciudad más próspera de la época, Sevilla, fijando así las bases de la futura escuela barroca. Sin ir más lejos, Montañés hubo de pasar una suerte de oposición para poder desempeñarse como escultor a su llegada a la capital andaluza, cuyo tribunal estaba compuesto por maestros procedentes de Ávila.
Isidro de Villoldo, Virgen con el Niño y San Juanito, 1551. Iglesia de San Martín de Tours, Bonilla de la Sierra (Ávila).
Quinientos años después, una exposición aborda la importancia de este periodo con una muestra dedicada a la figura de Vasco de la Zarza, a su tiempo y a la escuela escultórica surgida con su desaparición. La girola de la Catedral, en cuyo centro reposa El Tostado, se ha convertido en una sala de exposiciones para acoger más de cincuenta obras procedentes de varios puntos de la ciudad y de la provincia de Ávila, además de otros enclaves como Zamora, Salamanca o Segovia. Obras escultóricas, pictóricas y bibliográficas, entre ellas dos incunables de los comentarios del Tostado que se expondrán por primera vez junto a la figura que creó Zarza. Todas ellas abarcan desde mediados del siglo XV hasta mediados del siglo XVI.
No obstante, el recorrido se amplía a diferentes zonas del templo donde se encuentran repartidas otras obras fundamentales de este periodo, como los sepulcros tardogóticos de Guas, la sillería del coro o el importante retablo de San Bernabé, situado en la capilla donde por primera vez se reunieron los comuneros en 1521. Todo ello hace que la Catedral en su conjunto se haya convertido en un museo único, cubierto con las características bóvedas de piedra caleña de apariencia sangrante e iluminado con uno de los mejores conjuntos de vidrieras que se conservan en España. Desde el próximo 4 de julio y hasta el mes de septiembre, el largo siglo XVI lleva el apellido de Ávila.