Puy du Fou
¿Y qué tal Puy du Fou?
Muy bien, tienes que ir sin falta.
La misma respuesta una y otra vez. Yo ya tenía ganas de ir, pero para mí era muy difícil de asimilar que un espectáculo teatral dedicado a la historia de España fuese capaz de complacer a gente tan diversa y conseguir una tasa de insatisfacción prácticamente nula. Desde mi amigo cultureta hasta aquel cuya única preocupación es la discoteca de los viernes me recomendaba con entusiasmo visitarlo. Ante esta situación, yo me preguntaba cómo era posible agradarle a todo el mundo. Asumir que vas a recibir críticas es casi conditio sine qua non de quien decide exponerse al público. Y si algo tienen en común los seres humanos, dentro de su diversidad de experiencias y perspectivas, es la condición de criticones. Nos encanta criticar, y cuando no sabemos qué decir, simplemente lo hacemos porque es la salida fácil. Pero parece que esta condición consustancial al ser humano se anula cuando se trata de esa parafernalia que han construido en Toledo.
Así que tenía que acudir, debía comprobarlo con mis propios ojos. Fui por fin hace algo más de un mes, con las expectativas muy altas, pero sobre todo con muchas ganas de conocer qué escondía ese parque temático de la historia de España.
Preparé con cuidado el viaje de fin de semana. Puy du Fou tiene dos sesiones: la de día y la de noche. La primera consta de ocho espectáculos -dos de ellos inmersivos- de unos treinta minutos cada uno, que se representan aproximadamente desde las doce de la mañana hasta las ocho de la tarde; y la segunda, que empieza a las diez de la noche, se trata de un único espectáculo -El sueño de Toledo- de una hora y diez minutos. Las entradas se compran por separado, por lo que es posible acceder a uno y no al otro. Nosotros decidimos comprar billetes para las dos sesiones del domingo, y asumimos que íbamos a estar prácticamente doce horas en el recinto. A propósito de esto, hubo dos cosas que no planificamos correctamente: la cena, ya que Puy du Fou tiene muchas cosas buenas pero la comida no es una de ellas; y las prendas de abrigo, pues para el espectáculo de noche no supimos dimensionar el frío de La Mancha.
Llegamos sobre las dos, un poco más tarde de la hora de comienzo del primer espectáculo. Esto no es un inconveniente demasiado grande ya que cada función se repite dos o tres veces a lo largo del día, por lo que teníamos la oportunidad de no perdernos ninguno pese a nuestra falta de puntualidad. La llegada era cómoda, donde un extenso párking permite dejar el coche con facilidad. Hay una pequeña caminata hasta la entrada donde todo es incertidumbre: te maravillas por la amplitud del conglomerado mientras andas por un camino de tierra sin saber lo que te espera. Al entrar, te reparten un mapa, como se hace con los turistas cuando llegan a una ciudad nueva, pero no lo llegamos a usar, pues la propia empresa tiene una aplicación donde viene reflejado el horario y la ubicación de cada espectáculo.
El primero al que fuimos se encontraba al otro lado del recinto, y tuvimos que andar unos diez minutos para llegar. Aquí es donde mi perplejidad tocó techo, pues cuando nos acercábamos al escenario vimos auténticas hordas de personas correr hacia la entrada. En ese momento asumí que se había filtrado por la prensa que habían sustituido el espectáculo El misterio de Sorbaces por un concierto de Justin Bieber o algo similar. Quién podía imaginar que un espectáculo ambientado en el año 589, cuyo argumento es el saqueo del rey Recaredo, podía suscitar semejante pasión. Pero os puedo confirmar que, efectivamente, El misterio de Sorbaces genera esa reacción: lo verifiqué con mis propios ojos. Se me ha quedado grabada la imagen de un niño, enfrente de mí, en una de las primeras filas de los bancos que hacían de grada, mirando a sus padres y abuelos con una sonrisa que evocaba auténtica felicidad, y éstos devolviendo la mirada con la misma genuina expresión. Todos estaban disfrutando.
Y es que Puy du Fou ha acercado al máximo el teatro al cine, y adopta una concepción del teatro no tanto como diálogo en escena, sino más bien como espectáculo dialogado. Trucos a caballo, casas en llamas, batallas épicas, huidas por los tejados… Todo ello acompañaba un relato sobre la historia de España. Este parque temático rompe con los complejos que dictan que el teatro tiene necesariamente que ser algo pomposo, exclusivamente dirigido a teatreros o gente de cultura; y demuestra que el teatro no es solo fondo, sino también forma.
