Exhibición de cuadros

Hoy en día, la pintura se encuentra profundamente condicionada por el mercado del arte, que determina el valor de las obras en función de su exclusividad y potencial de inversión. Las élites culturales legitiman su influencia a través de símbolos de innovación, de modo que la rareza y el prestigio se imponen sobre la búsqueda de la belleza clásica. Buena parte del arte posmoderno no pretende agradar a la vista, sino provocar, cuestionar o representar estatus económico. Esta lógica lo hace muy atractivo en un contexto globalizado y, al mismo tiempo, ha transformado los gustos estéticos del público general. En cierto modo, el arte moderno se ha convertido en víctima de su propio éxito. Basta recordar el caso de Jackson Pollock, cuyas obras abstractas fueron promovidas y financiadas por la CIA durante la Guerra Fría para contrarrestar el realismo socialista soviético.

No creo ser el único que siente cierta indignación ante la artificialidad de estilos como el de Pollock, aunque reconozco que pueden tener un valor decorativo. Sin embargo, esta tendencia ha traído consigo una renuncia a los valores y temáticas que la pintura ha cultivado a lo largo de los siglos.

La representación simbólica siempre estuvo vinculada a la función social del arte. En la Hispania antigua, las imágenes exaltaban victorias y mitos como emblemas culturales y religiosos. Durante la Edad Media y el Gótico, la historia se narraba en clave religiosa: escenas bíblicas y vidas de santos servían para enseñar la fe y legitimar el poder de los reinos cristianos. En el Barroco, la pintura histórica alcanzó un tono teatral y grandioso —como en La rendición de Breda de Velázquez—, exaltando la monarquía y la fe católica. Ya en el siglo XIX, tras Goya, artistas como Francisco Pradilla o Muñoz Degrain convirtieron el pasado nacional en un mito fundacional, usando la historia como vehículo de identidad colectiva.

Creo que el arte debería recuperar su dimensión narrativa, retomando las formas y figuras que permitan al espectador empatizar con el mensaje del artista. En mis obras no busco un realismo absoluto ni un romanticismo idealizado, sino contar pequeñas historias de raíz folklórica, inspiradas en temas, técnicas y atmósferas históricas. Son homenajes modestos a la nostalgia del pasado, siempre con la mirada puesta en los grandes maestros que han trazado el rumbo del arte.

A continuación, presento algunas de mis pinturas.

El Cristo Trifacial - 100cm x 80cm, Oleo sobre papel, 2023

La Iglesia virreinal utilizó composiciones didácticas como esta para explicar el misterio de la Santísima Trinidad. La imagen del Vultus Trifons, que muestra un rostro con cuatro ojos, tres narices y tres bocas, simboliza la idea de un solo Dios en tres personas. De posibles raíces religiosas en la India, Grecia, Roma y el mundo celta, esta representación, prohibida por las autoridades eclesiásticas en Europa por su asociación con el demonio, fue retomada en América como una forma efectiva de expresar visualmente un concepto teológico tan complejo. Este cuadro está basado en la obra “ Trinidad Trifacial, Anonimo Escuela de Cuzco, ca. 1750-1770”.

El sepulcro del Apóstol Santiago - 150cm x 100cm, Oleo sobre lienzo, 2025

El cuadro representa el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago. Según la leyenda, en el año 813 el ermitaño Paio vio unas luces misteriosas, las “estrellas de Compostela”, sobre un monte, lo que llevó al obispo Teodomiro a investigar el hallazgo. Tras confirmar la presencia del sepulcro, el obispo avisó al rey Alfonso II de Asturias, quien peregrinó al lugar y así inició el Camino de Santiago. La escena transcurre en una cripta romana, donde se hallaron los restos del apóstol y de sus discípulos Teodoro y Atanasio.

Culto en el Mitreo - 100cm x 100cm, Oleo sobre lienzo, 2024

El enigmático culto de Mitra fue una religión de origen mesopotámico que alcanzó su máximo desarrollo en el Imperio romano durante el siglo II d. C. Su iconografía más conocida presenta al dios solar Mitra dando muerte a un toro, símbolo central de sus misterios. Sin embargo, en esta obra he optado por representar al Leontocéfalo de Villa Albani, una escultura actualmente conservada en los Museos Vaticanos. Esta figura encarna el sincretismo religioso característico del mundo romano, en el que las grandes corrientes espirituales y filosóficas del Imperio se entrelazaban. Los discípulos de Mitra rinden culto a esta deidad con cabeza de león y alas, viendo en ella la manifestación del dios como señor del cosmos y del tiempo.

Les tentations de Saint Antoine - 30cm x 42cm, Oleo sobre lienzo, 2024

San Antonio pasó años en el desierto, dedicado a la contemplación y al trabajo manual, enfrentándose a innumerables tentaciones y visiones demoníacas que intentaban hacerlo abandonar su fe. Sin embargo, resistió. En este cuadro se presenta una reinterpretación contemporánea de esa historia: un hombre moderno, rodeado por una multitud de mujeres que lo alaban y agobian al mismo tiempo, muestra una expresión de placer y abandono. Este personaje encarna la caída inconsciente del ser humano ante los placeres dopamínicos del mundo moderno, una metáfora de cómo las tentaciones actuales, más sutiles pero igualmente poderosas, desvían al individuo de la introspección y la trascendencia.

Otras obras: